Tras un entrenamiento se genera, en un primer instante, una fatiga, y por ello una caída del rendimiento “NTE”, debido no solo al consumo de energía, sino también al estrés que se someten los tejidos. Una vez nuestro cuerpo se recupera y se adapta a este factor estresante (como puede ser el ejercicio) se obtienen los efectos positivos PTE” (mejora del rendimiento en ese ejercicio, en diversos marcadores de salud, mejoras en el reclutamiento neuromuscular, etc).
No obstante, todo esto no ocurre de un día para otro, y por ello, es necesario aplicar ese estímulo de forma regular para que nuestro cuerpo sea capaz de obtener estas adaptaciones. Todo esto es lo se puede observar en las gráficas que les presentamos.
De esta forma, los periodos de entrenamiento y recuperación se planifican teniendo en cuenta el fenómeno de la supercompensación, que viene a decir que, después de una carga de entrenamiento y tras una recuperación adecuada, nuestro organismo no solo restaura su nivel inicial, sino que puede establecer un nivel superior al que tenía antes.
¿Qué ocurre si no hacemos una recuperación adecuada? Tendríamos mayor probabilidad de lesionarnos, no avanzaríamos de forma óptima en el entrenamiento o/y podríamos llegar al sobreentrenamiento, que no debemos confundir con la fatiga o sensación de sobrecarga.
A continuación las definimos:
Fatiga: disminución del rendimiento durante un entrenamiento. Una persona novata se recupera a las 24-72h, pero un intermedio/avanzado siempre tiene algo de fatiga acumulada.
Sobrecarga: es el efecto de la acumulación de sesiones, caracterizadas por pérdida de rendimiento, (cansancio, alteración del ánimo, dolor o problemas con el sueño) que requiere de un par de días/semanas de recuperación. Pero es necesario para inducir la supercompensación.
Sobreentrenamiento: resultado de la acumulación de un exceso de entrenamiento, que resulta en una incapacidad del cuerpo para recuperarse del estrés y adaptarse a él. La caída en el rendimiento no se recupera con un periodo normal de descanso.